Abstract
El taekwondo como arte marcial y disciplina siempre ha sido un medio para garantizar la construcción de personas seriales que toman en cuenta la práctica del respeto y los valores (más allá de la efectividad y el rendimiento deportivos), desde una lógica orientada a constituirlas como líderes en situaciones multidisciplinarias. Uno de los enclaves más comunes que se derivan de su aprendizaje es la perseverancia, que es de importancia para enfrentar las adversidades cotidianas y concretizar proyectos. De allí, es que la paciencia y la contribución consuetudinarias por esa formación suscitan un aval de que se patentizarán esos intereses anhelados. Otro aditamento es la configuración de personas que procuran articular una ideología humanizadora, en la que se muestran igualdad y democracia en la metrópoli. Sin embargo, a la cultura latinoamericana dictatorial (recurro a esta calificación pertinente por apreciarse en estos países disconformidad política, fomento de la corrupción, abusos de poder, crímenes y violaciones a los derechos humanos), no le conviene que existan ciudadanos de esa índole, así como intelectuales que critican las irregularidades de su sistema, porque prevalece un requerimiento implícito por no educar y solo recompensar cuando se aprecian logros inmediatos y cualitativos sin considerar la procedencia. Ante ello, el propósito de esta investigación cuestiona la importancia real que el Estado latinoamericano otorga a los practicantes de taekwondo, siendo sus acciones y sus resultados los que integrarán una representación eficaz que la cultura pretenda imitar para que, de esa forma, se consiga una sociedad democrática, competitiva y transparente.