Abstract
Los espacios de la violencia (direccionalidad), en la primera novela de Vargas Llosa, La
ciudad y los perros (1963), se representan en sus ámbitos intelectual, físico, emocional,
social y cultural. La frecuencia con la que los personajes ejecutan estas acciones, en un
determinado lugar, acentuará el proceso de la conformación de su identidad violenta, como
cuando los cadetes pelean entre ellos; únicamente, en lugares apartados donde las autoridades
militares del Leoncio Prado no pueden verlos ni controlarlos. El personaje Ricardo
Arana practica la no violencia, pero ni aun así puede librarse de las perversidades de sus
otros compañeros; la resistencia que ejerce tan solo provoca que los demás muchachos lo
envidien y terminen abusando de él, más que de cualquier otro estudiante.