Abstract
En la novela La ciudad y los perros de Vargas Llosa, la violencia en las interacciones es una pretensión; motivo por el cual el ingenio y la creatividad se complementan para la incorporación de nuevas modalidades de opresión hacia los cadetes de la institución. Para su desenvolvimiento natural, es imprescindible que primero se adopte una identificación afín. Las autoridades no tendrán problemas con ese reconocimiento, pues ellos ya se han configurado así: la complejidad está en los estudiantes, por su indisposición de estar allí. Únicamente, se logrará esa modificación conductual y actitudinal si es que se introduce la necesidad de la violencia en sus vidas y sus interacciones sociales. A partir de esa asimilación, los objetivos de la educación castrense serán efectivos.