Abstract
A nadie sorprende decir que lenguaje y dinero son sistemas simbólicos o sistemas de intercambio de información. Tampoco sorprende a nadie resaltar el hecho de que las computadores funcionan esencialmente con la versión más formalizada del lenguaje. Pero si hiciésemos las conexiones no opondríamos el lenguaje a la técnica, reservando la poesía para el primero y la técnica al segundo. El lenguaje posee un elemento estructural, formal, “maquínico” que le permite copiarse en toda una población. Éramos ya máquina antes de inventar una. Pero este acontecimiento de producir una máquina fuera de nosotros, de darle energía a un “inconsciente” es un acto inédito. Si entendiéramos cómo es que el capitalismo contemporáneo se realiza a través de la virtualidad informática comenzaríamos a contemplar la posibilidad de que ahora sean los algoritmos y no la ambición subjetiva lo que producirá las nuevas burbujas inmobiliarias. O al menos entenderíamos que mientras más extendemos el mundo hacia regiones virtuales, el capital lo sigue para crear ahí nuevos nichos de mercado. Y viceversa, la expansión virtual del dinero exige la creación de nuevos programas, algoritmos, portales de inversión y de consumo.