Salamanca: Ediciones Sígueme (
2019)
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Abstract
La pregunta por el modo de orientar la vida se revela como una de las más serias y apremiantes. Tanto en su acepción sacra, que remite a una llamada trascendente, como en su concepción laica, que vincula el sentimiento de felicidad con la propia realización personal, la palabra vocación quiere indicar el modo adecuado que sigue el sujeto para desempeñarse con éxito en la vida. Quizá por ello, cuando se habla de vocación resuenan aquellos elementos que componen la identidad del ser humano: corporeidad y espiritualidad, intimidad y relacionalidad, inteligencia y sensibilidad, conciencia y libertad, biografía personal e historia colectiva. El desencanto causado por la «liquidez» axiológica, la demagogia política, el pragmatismo económico, la incertidumbre ecológica, el narcisismo digital y la uniformidad cultural en los que parece haberse instalado la antropología del trashombre, urge a elaborar un nuevo modelo de orientación vocacional que enseñe a vivir desde la «autotrascendencia» y la «ultimidad personal», o sea, desde la alteridad, la relación, la libertad y el don. Puesto que, sin vocación, el ser personal se condena a tratarse y ser tratado con indiferencia.