Abstract
Tal vez el rasgo que más tipifica los cambios operados en el capitalismo actual sea la mundialización de sus atributos fundamentales. El capital se desprende del rostro nacional que lo había identificado durante su etapa clásica. Así, no sólo la materia prima, los trabajadores, los dueños de las acciones, ni el proceso productivo mismo, quedan enmarcados en fronteras nacionales precisas. La competencia de productos, firmas y personas ya no se realiza entre vecinos, sino con la mediación a veces de miles de kilómetros, sin que los competidores siquiera sospechen quiénes son sus oponentes. La lógica actitud darwinista que genera la competencia, en tanto mecanismo principal del sistema, ahora sí representa una verdadera lucha por la existencia de todos contra todos. El enfrentamiento entre individuo y especie, al que Marx en su época hacía referencia, es en este momento mucho más diáfano. El modelo económico en que se enmarca la mundialización posee los mismos fundamentos liberales del capitalismo clási-co. De hecho, es ese el modelo por excelencia del capitalismo, el que más plenamente expresa su esencia. Basado en la idea de que cada individuo debe convertirse en un agente productivo que atienda únicamente sus propios intereses y que, por consiguiente, deje de ser preocupación y ocupación de la sociedad, el liberalismo.