Abstract
Entiende Christine Korsgaard que sólo una vida gobernada por principios universales responde a nuestra condición de sujetos, pues, de otro modo, quedaríamos reducidos a un amasijo de impulsos inconexos. Quiere, no obstante, alejarse de la imagen del sujeto escindido entre razón y pasión y reivindica la necesidad de unificar cada una de las partes que lo constituyen. Tal unificación deberá descansar, según Korsgaard, en el respeto a principios morales de carácter universal, si bien confía en que una vida gobernada por tales principios permita atender suficientemente los proyectos y compromisos con los que el sujeto se identifica y que constituyen su identidad práctica. En este escrito, trataré de mostrar que la propuesta de Korsgaard no acaba de alejarse de la concepción dividida del sujeto. Argumentaré, en este sentido, que las asimetrías que establece entre la identidad moral y otros tipos de identidades prácticas sólo pueden entenderse desde esa concepción escindida.