Abstract
Defiendo la opinión de que la infancia es intrínsecamente valiosa en lugar de tener valor solo en la medida en que conduce a una buena edad adulta. Ni la visión de los “niños como adultos inacabados” ni la más extravagante de “los adultos como niños defectuosos” son convincentes por sí mismas porque ambas son formas incompletas de contar la historia de la infancia y la edad adulta. Un breve artículo no puede resolver la cuestión del valor relativo de la niñez y la adultez, pero sugiero que es plausible que algunos tipos de valor que podemos disfrutar plenamente como niños sean, en el caso de la mayoría de las personas, diferentes de aquellos que podemos disfrutar como adultos. A medida que nos hacemos adultos mejoramos nuestros conocimientos y habilidades: acumulamos experiencia y controlamos mejor nuestras emociones. Por lo tanto, nos volvemos capaces de una plena agencia moral. Además, nos volvemos más decididos y adquirimos las habilidades ejecutivas necesarias para perseguir nuestros objetivos de manera efec-tiva y, por lo tanto, tenemos nuevos tipos de logros disponibles. Al mismo tiempo, en la transición a la edad adulta perdemos, en promedio, no solo habilidades físicas deseables como la agilidad y la flexibilidad, sino también gran parte de la plasticidad mental, la imaginación, la curiosidad y la percepción vívida, a veces sinestésica, del mundo (es decir, la capacidad de experimentar el mundo a través de más de un sentido a la vez). En el proceso, la capacidad de imaginar mundos radicalmente diferentes y las habilidades filosóficas y artísticas que teníamos de niños se pierden en general o al menos se reducen en gran medida. Por lo tanto, el cambio de la niñez a la edad adulta puede no ser en todos los sentidos un progreso, como diría la visión de los “niños como adultos inacabados”, o una regresión, como sugiere la visión de los “adultos como niños defectuosos”. Más bien, es una transformación de un tipo de ser humano intrínsecamente valioso a un tipo diferente de ser humano intrínsecamente valioso. Mi relato se basa en el trabajo en filosofía con niños y en nuevas investigaciones en psicología del desarrollo. Si bien hablo de los niños en general, no hace falta decir que las afirmaciones sobre las habilidades de los niños se aplican de manera diferente a los diferentes grupos de edad; sin embargo, asumo que la distinción entre “infancia” y “edad adulta” es, como tal, pertinente.