Abstract
En estas páginas hemos presentado varios argumentos para defender que existe una conexión entre el empleo de heurísticas y los procesos de deliberación. En lugar de caracterizar las heurísticas en función de las disciplinas, los campos y/o los ámbitos en que se emplean—tal y como hace, por ejemplo, el grupo ABC, i.e. racionalidad ecológica—las hemos proyectado sobre nuestros enclaves deliberativos, esto es, sobre un espacio eminentemente retórico y político. En dichos enclaves, tal y como solía recordarnos Quintín Racionero, la téchne de la persuasión se nos presenta como parte del órganon de la filosofía práctica porque está aplicada a un espacio ontológico fundado por la comunicación humana. Y es en el seno de dicha comunicación como cabe entender la proliferación de razonamientos heurísticos encaminados al cálculo, la estimación y/o la ponderación, con ayuda de los cuales no sólo se orienta la acción colectiva sino las mismas fases de la deliberación.