Tópicos 27:73-94 (
2004)
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Abstract
La atención relativamente escasa que los estudiosos del filósofo y científico norteamericano Charles S. Peirce (1839-1914) han prestado a lo largo de los años a las dimensiones religiosas de su pensamiento siempre me ha parecido cuando menos sorprendente. Desde mis primeras lecturas de Peirce me impresionó profundamente esa desatención que tanto contrastaba con la ubicuidad de las referencias religiosas en los escritos de Peirce, especialmente en sus años de madurez. En mis encuentros con reconocidos estudiosos peirceanos solía preguntarles acerca de Dios y la religión en Peirce, y la respuesta que recibí casi siempre fue que efectivamente había una gran cantidad de cuestiones religiosas en su obra, pero que no estaban interesados en ellas. Por otra parte, me sorprendió gratamente que el fallecido novelista Walker Percy se considerara a sí mismo en su correspondencia con Ken Ketner como “un ladrón de Peirce”, aspirando a “usar a CSP como uno de los pilares de la apologética cristiana”. Me pareció que el novelista converso al catolicismo estaba en algún sentido mucho más cercano al Peirce real que aquellos estudiosos a los que les había preguntado acerca de Dios y la religión en Peirce.
El objetivo de este artículo es subrayar el hecho de que para Peirce la creencia en Dios no es sólo un producto natural de la abducción o "instinto racional", de las conjeturas educadas del científico o del hombre corriente, sino que también la creencia en Dios y el desarrollo científico están interrelacionados. No sólo la creencia en Dios es capaz de cambiar la conducta del creyente, sino que de acuerdo con Peirce la realidad de Dios dota de sentido a toda la empresa científica. Esto puede sonar un poco extraño a los oídos positivistas contemporáneos, pero para comprender realmente a Peirce es preciso estudiar sus preocupaciones religiosas, que de forma creciente se consideran quizá tan importantes filosóficamente como sus preocupaciones científicas6. Más aún, en algún sentido quiero sugerir que para Peirce la actividad científica es una empresa genuinamente religiosa, quizá incluso la actividad religiosa por excelencia, y que separar religión y ciencia es contrario tanto al espíritu científico como al Peirce real.