Abstract
Los movimientos #MeToo y #YoSiTeCreo sin dudas son el motor de una transición que se dirige a rectificar los males que sufren las mujeres en términos de violencia sexual. Aunque el contenido de aquello cuya experiencia es compartida colectivamente o que es creído como una decisión colectiva de las mujeres que se sumaron a las consignas refiere a la violencia sexual, ambos movimientos ponen de relieve la existencia de un mal adicional consistente en un déficit de credibilidad que afecta a las mujeres victimizadas. Este fenómeno conceptualizado como injusticia epistémica por la filósofa inglesa Miranda Fricker explica dos aspectos de estos movimientos que han impulsado una de las primeras grandes transiciones del siglo XXI3. En primer lugar, estos movimientos construyeron4 una audiencia antes ausente para receptar y acompañar los testimonios de víctimas de violencia sexual reconociéndolas como agentes capaces de transmitir conocimiento sobre sus propias experiencias. Al mismo tiempo impulsaron una crítica y demanda de reforma de las prácticas institucionales y sociales que se traducen en la ausencia de una audiencia adecuada y en la negación de la capacidad de las víctimas de conocer y testimoniar sus experiencias. En segundo lugar, estas campañas se tradujeron en actos de solidaridad epistémica que se dirigen a corregir o mitigar la injusticia testimonial que afecta a las mujeres en el ámbito de estos delitos.