Abstract
El Romanticismo miró la Ilustración como una época que, al apostar por la racionalidad de manera casi exclusiva, rompió la unidad entre distintos ámbitos del saber. La conciencia de esa falta de unidad impulsa la reflexión de muchos intelectuales sobre cómo volver a alcanzarla, tarea que al principio los románticos hacen recaer en el arte. En concreto, el grupo de los Nazarenos, muy ligado al Athenäum, apostó por recuperar esta unidad, que pronto adquirió tintes políticos, mediante la “religión del arte”. También otros autores idealistas, como Schelling, consideraron que el arte debía ocupar el lugar primordial en el sistema filosófico. Frente a ellos destaca la figura de Hegel, que rechazará cada vez con más fuerza la mistificación romántica del arte. Aunque, como se verá, en un inicio Hegel también habla de la “religión del arte”, en su obra de madurez distingue entre arte, religión y filosofía, dejando claro el lugar primordial que ocupa la racionalidad filosófica en su sistema. Revisando estas cuestiones desde la perspectiva más contemporánea, Inciarte considera que, a pesar de la rotundidad del pensamiento hegeliano, estas tensiones no pueden quedar resueltas desde un enfoque meramente reflexivo, sino que sólo encuentran una salida cuando se tratan en el nivel práctico de la vida.