Abstract
La modernidad se caracteriza por una epistemología que ha conducido a la separación de los saberes. Como consecuencia, tanto la teología protestante como la católica han sufrido la falta de una perspectiva unitaria en su razonar sobre Dios. La cultura postmoderna, aceptando la fragmentariedad, presenta una nueva sensibilidad epistemológica que abre posibilidades prometedoras para el redescubrimiento de la trascendencia. Entre ellas, la dialogicidad intrínseca de la Creación apunta a la vía de la belleza como camino privilegiado que la teología ha de explorar en un sentido descendente y, especialmente, ascendente