Abstract
Parece haber una inconsistencia en el hecho de que se acepta que en la historia de la ciencia hay cambios teóricos con cambio de ontologías, de maneras de explicar, de términos y significados científicos, se descubren cosas nuevas, se modifican teorías vigentes, surgen nuevas disciplinas científicas y se formulan nuevas teorías sobre nuevos aspectos de la realidad, y también que, según la propia ciencia, la realidad no permanece fija (pues El Universo se expande, antes no había seres vivientes en La Tierra, robots ni organismos genéticamente modificados, surgen nuevas especies, hay glaciaciones y cosas así) y, sin embargo, al mismo tiempo se suele considerar que lo que el conocimiento científico afirma que existe es lo que existe y se comporta como él lo describe.
Pero lo que la ciencia afirma que existe es su ontología, un conjunto de referentes de expresiones lingüísticas que las personas incorporamos en nuestra idea de realidad, de modo que luego de un cambio ontológico ésta resulta modificada y –por ejemplo- ya no creemos que exista el flogisto o un espacio físico absoluto, sino otras cosas. Esto significa que hablar de galaxias o de virus es usar un metalenguaje que se refiere a ciertas teorías científicas, y que decir que existen galaxias es asumir metalingüísticamente la ontología de la ciencia actual: las personas hoy no creen que exista el flogisto ni lo afirman porque no lo afirma la ciencia (no es un referente científico).
Consecuentemente, no es adecuado interpretar que una oración como “existen planetas” es verdadera en el sentido correspondentista (que es parte del realismo metafísico de la vida cotidiana o actitud natural y del lenguaje humano), porque todo argumento que afirme la existencia de algo independientemente de él, en realidad, lo supone al adoptar una ontología. Si no fuese así, cuando en el pasado se creía y se afirmaba la existencia del flogisto, miasmas o un espacio físico absoluto porque la ciencia lo afirmaba, esas oraciones hubiesen sido correspondentistamente verdaderas y habrían designado partes de la realidad: el flogisto, miasmas y el espacio físico absoluto.