Abstract
La globalización no significa que estemos ahora abocados, por primera vez, a una historia mundializada. Compartimos el mismo sistema-mundo desde hace unos cinco siglos. A pesar de las grandes asimetrías y del muy diferenciado papel y lugar que en esta historia les haya correspondido a las diferentes zonas del planeta, lo cierto es que paulatinamente todas aquellas se fueron incorporando -o a la fuerza las incorporaron- a un mismo sistema internacional de relaciones sociales que, desde sus inicios, tuvo al capital como potencia propulsora y a Occidente (léase a Europa, al Norte, al Primer Mundo) como centro expansivo de esa contradictoria universalidad. Si es ésta una historia que abarca varios siglos, ¿qué aporta de nuevo la globalización? La actual globalización representa una etapa de la universalización que, al mismo tiempo que conserva rasgos esenciales de etapas anteriores, entraña modificaciones muy complejas no sólo de naturaleza económica y tecnológica, sino también en los ámbitos de las hegemonías políticas y de la reproducción cultural.