Abstract
Heredera directa de la tradición griega, la filosofía helenística no desatendió el llamamiento de la naturaleza, de la φύσις. Una reflexión sobre ella, directa o indirecta, verbalizada o silenciosa, puede reconocerse prácticamente en cada escuela de este período de la historia de la filosofía. No puede decirse, pues, que la cuestión de la naturaleza, la pregunta filosófica por la realidad natural, fue eludida y desestimada durante el helenismo; sin embargo, tampoco puede afirmarse categóricamente la absoluta centralidad de dicha pregunta. La verdadera relevancia de la naturaleza en la amplia gama de filosofías helenísticas se muestra de acuerdo con el sentido que adquiere este término en cada caso. Aunque no está exento de objeciones, hay cierto consenso en considerar que, debido a la situación histórica, lo realmente central en la filosofía helenística es la preocupación por los asuntos prácticos, por las consecuencias éticas del pensamiento o bien experimental, o bien especulativo, aquellas consecuencias que contribuyen a la imperturbabilidad del alma y procuran la felicidad. Atrás quedó el saber inútil —si en algún momento verdaderamente existió— de lo que se trata ahora es de orientar todo esfuerzo teórico, físico y metafísico, hacia la consecución de una vida buena.