La Neuroteología surge como una nueva forma de explicar las relaciones entre el ser humano y Dios, las religiones y la espiritualidad en general a partir de la neurología (estudio del sistema nervioso, especialmente del encéfalo). Pero en algunos casos pretende incluso demostrar la existencia o no existencia de Dios. En este trabajo deseo exponer de qué manera algunas formas de Neuroteología manifiestan un rasgo sintomático de la cultura actual donde la ciencia actúa como un saber omnímodo que aspira explicar (...) todos los aspectos de la realidad pasando por alto sus propios límites metodológicos. Algunos investigadores transgreden los principios del método científico-experimental para extrapolarlos a cuestiones filosóficas y teológicas. De esta forma violentan las fronteras epistemológicas de los saberes para convertirse en un único tipo de conocimiento. La ciencia lleva a cabo, cuando menos, un reduccionismo naturalista. -/- Neurotheology appears as a new way to explain the relations between the human being and God, religions, and spirituality in general starting from Neurology (the study of the nervous system, especially the brain). But in certain cases it also pretends to demonstrate the existence or nonexistence of God. In this paper I would like to demonstrate how some forms of Neurotheology offer a symptomatic characteristic of our current culture, where Science acts as an all-embracing knowledge —it aspires to explain the entire aspect of reality— ignoring the limits of its method. Actually, some researchers transgress the principles of the scientific-experimental method and extrapolate to philosophical and theological issues. In this way, they overlap the epistemological limits of the different kinds of knowledge to become one only. Thus, science carries out, to say the least, a naturalist reductionism. (shrink)

One of the hottest philosophical debates in recent years concerns the nature of the semantics/pragmatics divide. Some writers have expressed the reserve that this might be merely terminological, but in my view it ultimately concerns a substantive issue with empirical implications: the scope and limits of a serious scientific undertaking, formal semantics. In this critical note I discuss two arguments by Recanati: his main methodological argument --viz. that the contents posited by what he calls 'literalists' play no relevant role in (...) communication--, and some phenomenological considerations regarding the "Availability Principle" that he appeals to in order to buttress that main argument. /// Uno de los más encarnizados debates filosóficos recientes atañe a la naturaleza de la distinción entre semántica y pragmática. Aunque algunos autores han expresado reservas en el sentido de que èste pudiera ser sólo terminológico, en mi opinión tiene que ver con una cuestión sustantiva con implicaciones empíricas: el alcance y los límites de una empresa científica seria, la semántica formal. En este texto discuto dos argumentos de Recanati: su principal argumento metodológico, que los contenidos postulados por los autores que él denomina "literalistas" no desempeñan ningùn papel relevante en la comunicación, y, en segundo lugar, ciertas consideraciones fenomenológicas en torno a su "Principio de Accesibilidad", a las cuales apela para apoyar el argumento metodológico. (shrink)

En este texto retomo una pregunta importante que había quedado abierta al final del segundo capítulo de mi (2019): ¿cuáles son los límites del análisis? Sabemos que por obvias limitaciones materiales, todo análisis siempre será incompleto y por lo tanto, limitado. A estos límites les hemos llamado “metodológicos”, para distinguirlos de los metafísicos. Si el análisis tiene límites en este segundo sentido, aun si termináramos de analizar por completo un concepto, no podremos estar seguros de conocer (...) todas sus propiedades esenciales (ya que hay propiedades de este tipo que no las capta ningún análisis) o de ser capaces de distinguirlo de todos los conceptos (pues lo que lo distingue de otros conceptos puede ser inanalizable). Comúnmente se dice que el análisis no nos da todo el contenido de los conceptos, sino sólo su forma lógica o estructura semántica. Por lo tanto, otra manera de reformular la pregunta por los límites del análisis es ¿cuál es la relación entre forma y contenido? (shrink)

Resumen: Husserl propone una teoría sobre la intersubjetividad que parte de la conciencia trascendental como inserta en el mundo de la vida donde están los otros y donde la comunidad se construye bajo una estructura de esencias que garantiza la comunalidad. El mundo de la vida es dado y compartido por todas las conciencias intencionales y trascendentales, es condición para intuiciones empíricas y eidéticas, la epoché y las reducciones eidética y trascendental. Cada momento del método fenomenológico se basa en la (...) existencia de un mundo de la vida independiente de la subjetividad. En este mundo, hay objetos reales y, entre estos, los otros, reconocidos por analogía a través de la empatía. Desde una perspectiva metodológico-epistemológico, el yo es anterior al mundo y a los otros yos. El yo constituye, en sentido fenomenológico, la realidad. La conciencia es el lugar de evidenciación de la realidad. No obstante, en la perspectiva ontológica, es lo contrario. El mundo de la vida es anterior a la conciencia individual. El mundo de la vida está ahí, disponible, existente, independiente del sujeto, funcionando con su propio orden, con sus leyes y reglas. Es el yo el que esta insertado en el mundo de la vida y que se esfuerza por desvendarlo. La realidad se impone y el yo es, sobre todo, miembro de una comunidad de otros yos. Aun así, ¿cómo compartir las experiencias? Las vivencias pueden ser diferentes, pero hay un límite en las variaciones, un límite dado por la esencia del objeto vivido y por las leyes que rigen las relaciones de tal objeto. Así, la constitución del mundo y de sus objetos está permanentemente en progreso. Es posible donarles nuevos sentidos, en los límites de su esencia. Para Husserl, la constitución comunal del mundo es la condición de posibilidad para la existencia de sujetos separados unos de los otros, y este entendimiento recíproco solo es posible a través de la constitución trascendental de la objetividad. Así, no hay una separación entre la intersubjetividad y la constitución del mundo, es la comunidad de yos la que dona sentidos a las objetividades. En el mundo de la vida con los otros en comunidad. -/- Abstract: Husserl proposes a theory on intersubjectivity that starts from transcendental consciousness as inserted in the lifeworld where the others and where the community are built under a structure of essences that guarantees communality. The lifeworld is given and shared by all intentional and transcendental consciousnesses, it is a condition for empirical and eidetic intuitions, the epoché and the eidetic and transcendental reductions. Every moment of the phenomenological method is based on the existence of a lifeworld independent of subjectivity. In this world, there are real objects and, among these, the others, recognized by analogy through empathy. From a methodologicalepistemological perspective, the self is prior to the world and the other selves. The self constitutes, in a phenomenological sense, reality. Consciousness is the locus of evidence of reality. However, from the ontological perspective, it is the opposite. The lifeworld is prior to individual consciousness. The lifeworld is there, available, existing, independent of subjectivity, functioning with its own order, with its laws and rules. It is the self that is inserted in the lifeworld and that strives to unveil it. Reality prevails and the self is, above all, a member of a community of other selves. Even so, how to share the experiences? The experiences can be different, but there is a limit in variations, a limit given by the essence of the lived object and by the laws that govern the relation of the object. Thus, the constitution of the world and its objects is permanently in progress. It is possible to give them new meanings, within the limits of their essence. For Husserl, the communal constitution of the world is the condition of possibility for the existence of subjects separated from each other, and this reciprocal understanding is only possible through the transcendental constitution of objectivity. therefore, there is no separation between intersubjectivity and the constitution of the world, it is the community of selves that gives meaning to objectivities. (shrink)

Esta dissertação investiga a fundamentação do conceito de possibilidade objetiva, elaborado por Max Weber em sua obra Estudos críticos sobre a lógica das ciências da cultura. Foi aqui examinado, particularmente, a segunda seção intitulada “Possibilidade objetiva e causação adequada na consideração causal da história”. Na primeira parte deste trabalho, procurou-se analisar a fundamentação do conceito de possibilidade objetiva na metodologia weberiana, que refere-se basicamente a um modo de imputação causal aplicado às ciências da ação. Desse modo, o propósito inicial deste (...) estudo é demonstrar que na metodologia weberiana a evidência produzida pelo pesquisador, mediante a construção de um tipo ideal, por mais que possa ser adequada quanto ao sentido, não reúne ainda as condições para ser objetivamente válida. Para a análise ser válida cientificamente, é preciso o controle da compreensão interpretativa do sentido, pois, além de ser adequada quanto ao sentido, a pesquisa terá que ser também causalmente adequada. Na segunda parte deste trabalho, investigou-se o juízo de possibilidade objetiva, como instrumento proposto por Max Weber para avaliar a probabilidade de uma causa favorecer ou não o surgimento de um fato real. Esta operação lógico-metodológica é um procedimento realizado em uma série de graus que se inserem entre dois casos limites: a causa “adequada” e a causa “acidental”. A partir da utilização desses conceitos, procurou-se demonstrar que o propósito lógico-metodológico da conexão de sentido causal, construída a partir do conceito de possibilidade objetiva, é o controle da interpretação compreensiva do sentido. (shrink)

RENÉ DESCARTES E O MÉTODO CARTESIANO -/- RENÉ DESCARTES AND THE CARTESIAN METHOD -/- Emanuel Isaque Cordeiro da Silva - CAP-UFPE, IFPE-BJ e UFRPE. E-mails: [email protected] e [email protected]. WhatsApp: (82)98143-8399. -/- INTRODUÇÃO -/- Antes de abordar a metafísica tal qual Descartes a propõe como uma sólida “fundamentação” das ciências e, também, antes de falar das ciências construídas para a busca desse fundamento, é necessário analisar o método cartesiano, salve que é a alma desse presente artigo. Não se trata apenas de (...) relatar os preceitos do método ao seu modelo matemático, e sim, também, para entender porque o método em si necessita de uma fundamentação alicerçada na metafísica. Mas isso é a maneira pelo qual o projeto revolucionário de Descartes substituiu a autoridade da tradição pela autoridade da razão. -/- I – UM PROJETO REVOLUCIONÁRIO -/- No se pode deixar atingir-se, lendo o Discurso do Método, pelo caráter revolucionário que Descartes queria conferir ao seu projeto. É notável, e vale salientar o cuidado que Descartes toma na primeira parte, sublinhando o que seu projeto tem de singular: “Assim, meu propósito não é ensinar aqui o método que cada um deve seguir para bem conduzir sua razão, mas somente mostrar de que modo procurei conduzir a minha” (DESCARTES, 1996. p. 5). Ainda mais notável é o fato escolhido por Descartes e destacado na segunda parte, a da casa que deve ser derrubada para reconstruí-la: -/- É verdade que não vemos demolirem-se todas as casas de uma cidade só com o propósito de refazê-las de outra forma e de tornar as ruas mais belas, mas não é incomum vermos muitos mandarem derrubar as suas para reconstruí-las, e até, por vezes, a isso são obrigados quando elas correm o risco de cair por si mesmas e os alicerces não estão muito firmes (DESCARTES, 1996. pp. 17-18). -/- Descartes enfatiza explicitamente a oposição entre tal abordagem e a estratégia reformista de “redigitar” a sua casa, organizando-a, reparando-a aqui e ali. Certamente ele está combatendo a ideia revolucionária na política, o design ambicioso daqueles que querem perturbar o Estado, porque nesta área a destruição tornaria a reconstrução futura impossível. Mas o que é insano sobre “uma cidade inteira” torna-se possível quando se trata de cada um de sua própria casa. -/- O que é possível torna-se necessário, quando a casa ameaça entrar em colapso, uma vez que seus alicerces são vulneráveis. Casa vacilante, que seria inútil só querer reparar, é assim que Descartes considera o todo “opiniões” que lhe foram transmitidas em sua educação. Essas opiniões são, acima de tudo, incertas: pode haver alguma verdade nelas, mas provavelmente também há o lado falso, e essa mistura indissociável faz com que todas sejam falsas, a verdade só tem valor para nós se pudermos distinguir com certeza do erro. -/- O julgamento negativo de Descartes de tudo o que ele tem, como escreve, “recebido em dívida”, pressupõe, é claro, uma crítica do conteúdo dessas opiniões e, acima de tudo, uma crítica aos princípios sobre os quais eles descansam. Mas isso não é o suficiente para fazer as pessoas entenderem a escolha inicial de uma abordagem revolucionária, de preferência ao empreendimento reformista, que seria criticar, uma após a outra, as opiniões recebidas, e consolidar, pouco a pouco, a sua “Casa”. Mais do que o conteúdo peculiar das opiniões recebidas, é o próprio fato que elas são recebidas, em uma aquisição desordenada e perigosa, o que importa. E se temos que revolucionar o conhecimento, se temos que destruir essas opiniões antes de substituí-las por outras é, antes de mais nada, uma questão de substituir conquista controlada da desordem e chance de sua aquisição, em vez de se limitar a correções que só aumentariam essa confusão. -/- Nisso, a decisão primeira de Descartes ultrapassa as circunstâncias históricas do seu aparecimento, e conserva em todos os tempos o valor de um modelo para o pensamento: a filosofia nasce de uma ruptura, não com esta ou aquela tradição, mas com a tradição como tal. -/- II – DESCARTES E A TRADIÇÃO -/- A tradição é um pensamento sem sujeito: pensamento que ninguém pensa, não pensa. Descartes se opõe ao requisito essencial, para toda ciência, de ser a matéria de um sujeito: não há ciência até que toda verdade seja reconhecida em seu poder de sugerir notícias, de acordo com uma sequência que deve ser reconhecida, para que eu (Descartes) possa reivindicar, de forma legítima, a ciência universal. Quando Descartes expressa essa afirmação, em seu próprio texto, em seus textos de juventude, o que nos parece ser a marca de uma excessiva arrogância, expressa, antes, uma condição inscrita na própria natureza do conhecimento. -/- O projeto revolucionário está assim ligado à uma ideia que Descartes enuncia no início da segunda parte do Discurso do Método: “[...] não há tanta perfeição nas obras compostas de várias peças, e feitas pelas mãos de vários mestres, como naquelas em que apenas um trabalhou” (DESCARTES, 1996. p. 15). Certamente, por “perfeição, Descartes entende menos a magnitude e a riqueza essa ordem e consistência. Ele reconhece que algumas áreas são, irremediavelmente, entregues à imperfeição. Este é o caso do Estado e das instituições políticas em geral: resultados não intencionais de uma multidão de ações históricas entrelaçadas, nossas instituições nunca correspondem a um projeto consciente, e não seria razoável empreender sua reforma de acordo com tal projeto. Descartes não ignora as virtudes da cooperação para a execução de atividades materiais complexas. Porque as aptidões corporais dos homens são distintas e capazes de se especializar, os indivíduos podem interferir uns com os outros e se harmonizar visando a colaboração do todo. -/- Não obstante, as obras de pensamento, as ciências em particular, não conseguem encontrar a perfeição de que são susceptíveis por serem construídas por sucessivas sedimentações históricas, de acordo com a descoberta uma das outras, fazendo com que todas essas descobertas, a ciência, não seria obra de ninguém. Se o exercício de uma atividade manual nos impede de praticar outra (porque as mesmas mãos dificilmente podem se exercitar ao mesmo tempo para cultivar os campos e tocar a cítara), o conhecimento de uma verdade nos ajuda a encontrar outras verdades. Finja que esse conhecimento é apenas uma contribuição fragmentada para uma síntese coletiva da qual o princípio nos escapa, é desconsiderar sua fecundidade, isto é, o que faz dele um verdadeiro conhecimento. -/- O que Descartes está lutando, essa necessidade de que todos participem de uma instituição já iniciada e que ninguém pode dominar, essa herança de aceitar, enriquecer e transmitir é o que chamamos de tradição: então ele escreve o Discurso do Método não em latim, linguagem de transmissão histórica do conhecimento, mas em francês, linguagem “vulgar”. Certamente, Descartes luta contra a tradição científica e filosófica em vigor em seu tempo, a herança já enfraquecida do pensamento de Aristóteles, transmitida durante a Idade Média pelas Universidades (o que denominamos de “escolasticismo”), mas ele luta acima de tudo em sua pretensão de manter seu valor de ser, precisamente, uma tradição. Esta não é uma luta em nome da “novidade” ou da “modernidade”, que são sempre definidas em relação a uma tradição, mas uma luta em nome da verdade, o que é mais antiga do que qualquer tradição. -/- III – A LIGAÇÃO ENTRE AUTORIDADE E A VERDADE -/- Descartes assim fórmula seu projeto, na segunda parte do Discurso do Método: [...] mas, quanto às opiniões que até então eu aceitara, o melhor que podia fazer era suprimi-las de uma vez por todas, a fim de substituí-las depois, ou por outras melhores, ou então pelas mesmas, quando eu as tivesse ajustado ao nível da razão (DESCARTES, 1996. p. 18). -/- Que uma opinião poderia ter sido recebido por ele em sua vida, sem ter sido ajustada ao nível da razão, significa que foi considerada a sua verdade, sem que ele tenha que se pronunciar sobre o julgamento do que declarava verdadeiro. Então foi um preconceito, que ele achava que era verdade apenas para tê-lo recebido, isto é, por causa de sua fonte. Que a afirmação de uma opinião como verdadeira é validada por sua fonte, e isso corresponde ao que denominamos como “argumento de autoridade”: é verdade porque Platão, ou Aristóteles, disseram isso. Agora é possível, é claro, descobrir verdades lendo Platão ou Aristóteles, desde que essas descobertas sejam não apenas para conferir Platão, Aristóteles, ou qualquer outro autor (“autoritário”), mas para encontrar a si mesmo com as verdades em questão. Parece, portanto, que a revolução cartesiana visa romper o elo entre as concepções de verdade e autoridade. -/- -/- Todavia, olhando mais de perto, veremos que esse não é o caso. Quebrar o elo entre autoridade e verdade é ser crítico, enquanto Descartes encara sim o “espírito da dúvida”. Ser crítico é estar interessado apenas no conteúdo das ideias e ser perfeitamente indiferente à sua fonte. Descartes, como supracitado, não se compromete a criticar suas antigas opiniões uma após a outra, o que seria o passo mais oposto ao princípio de autoridade, quanto mais indiferente à questão da fonte. O que Descartes propõe é bem diferente: ele propõe substituir, com todas as autoridades que estão fora dele (em seu exterior), pela autoridade que está nele (em seu interior), e que muitas vezes é até confundida, veremos isso. Agora é sobre “ajustar as opiniões ao nível da razão”: a razão, isto é, a razão de Descartes, tal qual o fala e presente em cada um, deve ser autoritária em matéria de verdade, deve ser o tribunal diante do qual tudo aparece. É uma interiorização do argumento de autoridade, não é uma rejeição deste argumento. -/- A interiorização da autoridade explica o lugar central da certeza na filosofia de Descartes. O que importa na verdade é a certeza de possuí-la, e essa certeza é uma ato de confiança em relação às fonte autorizada da verdade: tudo que é “ajustado ao nível da razão” será certo, se a razão for o que é autoritário. -/- Duas questões orientadoras sucessivas inspirarão a investigação da certeza: -/- 1 – A primeira consistirá em estabelecer o que ele realmente tem certeza, delimitando o domínio da certeza autêntica daquilo que é garantido pela autoridade da razão. 2 – A segunda consistirá em se perguntar se ele está certo em ter certeza sobre algo, porque a autoridade internalizada deve se questionar. -/- A primeira questão, considerada isoladamente, leva à ideia cartesiana de método. O conjunto das duas questões, a passagem da primeira para a segunda, depois da segunda para a primeira, constitui a metafísica de Descartes. -/- IV – O QUE É A RAZÃO ? -/- O que significa ter razão em um tribunal? As primeiras linhas do Discurso do Método definem a razão como sendo um senso comum, isto é, a faculdade de distinguir a verdade da mentira, o que nos diferencia dos animais. Em outras palavras, a razão é o poder, não para racionar, mas degenerar, pensando na medida em que se pronuncia sobre qualquer objeto que se apresente. Separado em um sentido de outras faculdades do pensamento, este poder está envolvido em qualquer operação de pensamento: a memória supõe um julgamento sobre o passado, o desejo um julgamento sobre o que procurar, o amor um julgamento sobre o que é digno de ser amado... Nesse sentido, a razão se confunde com o próprio pensamento. É até confuso, para todos, consigo mesmo, pois ninguém pode julgar sua razão sem voltar a agir: mesmo aqueles que estão acostumados a reclamar do que foi dado a eles nunca reivindicam, nota Descartes, uma razão de melhor qualidade: pois isso equivaleria a desqualificar essa afirmação conforme a expressam. -/- Coextensiva com o pensamento, a razão está em nós como uma luz natural. Como a luz do Sol que ilumina a variedade das coisas no mundo sem perder sua identidade, permanecendo a mesma luz, o pensamento julgador mantém sua unidade sem nunca se quebrar ou se perder, seja qual for os objetos aos quais se aplica: seja o que for que eu julgue, é sempre eu quem julgo. A ciência deve ser difundida mediante essa ideia, isto é, como um certo modo de julgar, ou pensar, e não dá diversidade de seus objetos. -/- -/- Rejeitar as opiniões recebidas, e julgadas boas porque foram recebidas, é recuperar o poder soberano de julgar aquilo que até então passou despercebido. Colocar a razão no tribunal não é uma novidade, mas uma revolução no sentido estrito, isto é, um retorno. A razão é o senso comum, o poder, não apenas para julgar, mas julgar bem, para distinguir o verdadeiro do falso. Julgar mal, tomar o falso pela verdade, não deve ser dotado de um “poder de julgar mal”, é errado usar nosso poder para julgar bem. A diferença entre o bem e o mal não está no poder, mas no uso desse poder, na maneira de usá-lo, de proceder quando se julga, em uma palavra, o método. É necessário romper com uma aquisição sem método de conhecimento, de acordo com as influências sofridas, e conferir a si mesmo um método firme, que será como o procedimento do tribunal da razão. E como nossa capacidade de comer é saudável por si só, esse método não deve ser tomado como uma técnica destinada para melhorá-lo, para torná-lo mais eficaz, e sim como uma higiene projetada para preservá-lo. -/- Mas onde encontrar as regras desse método? Em um domínio, precisamente, onde nosso poder de regulação ou gerenciamento tem sido relativamente preservado, fazendo com que se possa explorar esse domínio, descobri-lo e extrair dele um procedimento universal. Porque o pensamento sendo esta luz que ilumina de igual forma as variedades de tudo que se apresenta a ela, o que torna-se verdadeiro nesse domínio deve ser de todos os outros. Essa área de referência é o domínio da matemática. -/- V – O MODELO MATEMÁTICO -/- Descartes acredita que é no domínio da matemática e, precisamente da geometria, que os antigos fizeram descobertas difíceis e duradouras. A geometria dos antigos e a dos modernos e, especialmente a de François Viète (1540-1603), acrescentou a análise na matemática, o que denominamos de “álgebra”. A descoberta em 1631 da geometria analítica, que relaciona curvas geométricas com equações algébricas, é também o principal título de fama de Descartes como matemático. No entanto, não devemos superestimar a importância que esta descoberta teve para o próprio Descartes. Seu principal interesse era, em sua opinião, metodológico: permitia libertar a mente para simplificar as técnicas de cálculo. -/- Porque na matemática Descartes é compartilhado entre admiração pelo que eles permitem, e desprezo pelo que fazem com ele. A ideia de facilidade é o motivo comum dessa admiração e desprezo. Matemática é fácil, e sua virtude nos mostrar como o conhecimento é fácil, é fácil para o homem saber tudo o que ele pode saber, desde que o mesmo tenha tempo. Todavia, essa facilidade faz com que a atividade habitual dos matemáticos seja um pouco ridícula, a resolução de “problemas matemáticos”, que Descartes considerava como um mero divertimento, é dificilmente digna de consideração. É novamente em nome desse caso que Descartes mais uma vez repreende os antigos matemáticos por terem dado seus resultados mas obstruindo ou ocultando seu método, a fim de impressionar os crédulos, dificultando a aparência do que não é. O método está em contraste com o essencial do que pode ser aprendido com a matemática. -/- -/- Para identificar corretamente este método, é necessário abstrair os próprios objetos matemáticos (números, figuras etc.), que nos faz acreditar que a matemática é uma ciência especial ao lado das outras ciências, o que nos leva a uma divisão em ramos separados da mesma (aritmética, geometria, álgebra etc.). Então aparece uma matemática universal, consistindo no estudo de “vários relatórios ou proporções” que podem ser encontrados entre quaisquer objetos, para que possamos constituí-los em séries contínuas e deduzi-los uns dos outros, e chegar, daqueles que são conhecidos, àqueles que ainda não estão distantes, tão distantes como estão, tão ocultos como parecem ser. -/- Não há nada difícil em tal conhecimento, há apenas o simples e o complexo, e o tempo necessário para alcançar o complexo mediante o simples. Não há nada difícil porque não há nada oculto: se “conhecer” era a perigosa empreitada de se aventurar na dimensão secreta das coisas, seria necessário um gênio e o uso de poderes ocultos. Mas “conhecer” é um exercício do senso comum que direciona sua luz para tudo que pode esclarecer: é, portanto, suficiente para um método. -/- Nós todos sabemos que as primeiras verdades matemáticas são simples. Mas por que elas são? Porque elas nos contam tudo sem reservas, sem nada opaco, sobre tudo que estão falando e tratando: seu objeto é completamente iluminado, não há a necessidade de voltar à ele para aprofundá-lo indefinidamente, devemos passar para outro. Estas são representações estritamente adequadas ao que elas alegam, para representar o que Descartes denominou de ideais claras e distintas: claro, porque percebemos todos os elementos distintos, porque não podemos confundi-los com os outros. -/- Se a primeira verdade é considerada simples, a segunda, por sua vez, não parece ser assim. Seria, sem dúvida, considerada difícil, reservando uma parte do desconhecido se o enfrentássemos de frente. Mas é apenas complexo, isto é, só podemos entendê-lo depois de ter compreendido o primeiro, e depois entender que não há mais nada para entender no primeiro, e sim passar adiante: basta respeitar essa ordem, que é a ordem do nosso entendimento, para que seja também considerado uma ideia claro e distinta. -/- Até onde podemos prosseguir? Até o fim, de acordo com Descartes, até a conclusão do que podemos saber, uma vez que nossa mente, que agora é ordenada por nosso conhecimento, é limitada: limite claro, limite esse que não é misteriosamente abrigado no mundo ou na espessura da realidade. Abaixo desse limite, nosso conhecimento pode ser perfeito se for metódico. Abaixo do limite, nada oculto, nada profundo, tudo toma o seu lugar nas “longas cadeias de razões”; além do limite, nada escondido, apenas o que é não é nossa responsabilidade. -/- Se não há nada escondido, a realidade que conhecemos não vai além do que sabemos sobre ela. Logo, o método não é apenas uma maneira humana de pedir objetos a nossa conveniência: atribuindo-lhes o seu lugar em nossa ordem, tornando-os claros para nós, envolve-os em seu verdadeiro ser. A revolução cartesiana consiste, então, no fato de que as condições de nosso conhecimento definem a verdade do ser conhecido. -/- Não obstante, sempre perpetua-se uma “dificuldade”, que nada mais é do que o tempo. Se não há a necessidade de o gênio saber perfeitamente, leva tempo para ir do simples ao complexo. O homem só pode saber se tem tempo, muito tempo antes dele: essa preocupação para com a necessidade de tempo, retorna com uma obsessão sob a caneta e a perspectiva de Descartes. Essa necessidade, então, de ter tempo diferencia radicalmente, como veremos, o problema do conhecimento e da ação, da conduta a ser mantida na vida, da moralidade, uma vez que “as ações da vida muitas vezes não sofrem demora...”. -/- VI – REGRAS DO MÉTODO: OS QUATRO PRECEITOS -/- Podemos agora compreender os quatro preceitos aos quais, segundo Descartes, o método é reduzido (Discurso, segunda parte). -/- VI.I - Regra de evidência -/- O primeiro era de nunca aceitar coisa alguma como verdadeira sem que a conhecesse evidentemente como tal; ou seja, evitar cuidadosamente a precipitação e a prevenção, e não incluir em meus juízos nada além daquilo que se apresentasse tão clara e distintamente a meu espírito, que eu não tivesse nenhuma ocasião de pô-lo em dúvida (DESCARTES, 1996. p. 23). -/- Mesmo que sua declaração o duplique, é de fato um mesmo preceito acerca do que deve ser concebido como verdadeiro. Receber com método é esperar até que a coisa se apresente para ele: essa paciência, esse “cuidado”, remove os preconceitos característicos das ideias recebidas antes da hora, a precipitação e a prevenção que fazem parecer obscuro o que é o tempo. Se, nessa apresentação para ele, ele tomou um cuidado de aderir (nada mais) ao que é claro e distinto, é sem reserva que uma “coisa” pode ser recebida, sem poder surgir o risco, a “oportunidade”, de ter que voltar mais tarde: ele teria visto a sua verdade, e está evidência foi o suficiente para que ele pudesse duvidar disso. -/- VI.II - Regra de análise -/- “O segundo, dividir cada uma das dificuldades que examinasse em tantas parcelas quantas fosse possível e necessário para melhor resolvê-las” (DESCARTES, 1996. p. 23). Ora, o que é apresentado como difícil de examinar, na verdade não o é, é apenas complexo, composto de múltiplas parcelas. Quantas parcelas? É a resolução da dificuldade que deve decidir essa questão: quando um matemático consegue estabelecer um teorema “difícil”, ligando-o às proposições mais simples por uma cadeia contínua de deduções, ele sabe que não há mais nada a saber em seu objeto, que contém exatamente tantas divisões quantas forem necessárias para formar está série. Logo, não precisamos nos preocupar com mais nada. -/- VI.III - Regra de ordem -/- O terceiro, conduzir por ordem meus pensamentos, começando pelos objetos mais simples e mais fáceis de conhecer , para subir pouco a pouco, como por degraus, até o conhecimento dos mais compostos; e supondo certa ordem mesmo entre aqueles que não se precedem naturalmente uns aos outros (DESCARTES, 1996. p. 23). -/- Essa é a ordem, de acordo com os pensamentos de Descartes, o que pode ser visto no fato de que, entre os objetos mais simples e os mais complexos, a distinção está na ordem de facilidade, isto é, os primeiros são os mais fáceis de saber, enquanto o segundo, por sua vez, só pode ser conhecido quando dominamos a totalidade do primeiro. O importante é passar de um para o outro como por graus, numa série contínua, sem estar diante de um hiato como o conhecimento prévio não seria suficiente para deixar claro o novo conhecimento. E desde que está ordem de razões, fixando cada objeto em seu devido lugar, nos entrega em sua totalidade, é também a ordem objetiva, a ordem dos próprios objetos, tanto que não devemos hesitar em supor isso entre eles, mesmo quando o modo como se apresentam não revela ordem. -/- VI.IV - Regra de enumeração -/- “E, o último, fazer em tudo enumerações tão completas, e revisões tão gerais, que eu tivesse certeza de nada omitir” (DESCARTES, 1996. p. 23). Omitir alguma coisa séria destruir o próprio princípio da ordem das razões, uma vez que qualquer objeto só pode ser visto clara e distintamente se todos que o precederam também tiverem sido vistos em seu lugar. Se a dedução atingir este objeto, significa que nada foi omitido até então. Porém, quando a dedução torna-se muito longa, torna-se, também, mais difícil de mantê-la inteira, como deveria, sob o olhar da mente; somos então tentados a confiar apenas em sua memória. O preceito de enumeração não deve ser entendido como uma preocupação retrospectiva (certifique-se de que nada o tenha esquecido), mas no sentido atual, como os meios de manter em mente todas as evidências do passado necessárias para a evidência presente. Dos quatro preceitos do método, é o único a ter um caráter de técnica e não de simples higiene: é aqui que se confronta a única dificuldade real do conhecimento, o fato de que leva tempo, e sua consequência, recorrer à memória, à faculdade pela qual as velhas ideias descartenses foram “concebidas em sua dívida”. -/- -/- VII – O MÉTODO EXIGE UM FUNDAMENTO METAFÍSICO -/- O método permite responder à uma questão: do que tenho certeza? É certo que homens que seguem ideias aceitas também conhecem esse estado psicológico chamado “certeza”. Todavia, entre esse estado psicológico e a verdadeira certeza do conhecimento metódico, há uma diferença de que o primeiro está imune a “oportunidades” de duvidar, já que ele não tem autoconfiança. Toda oportunidade de dúvida que se apresenta transformaria essa “certeza” em incerteza: por isso que é sensato duvidar em princípio das opiniões recebidas, sem esperar, por assim dizer, oportunidades de duvidar, e decretar antecipadamente seu conteúdo incerto, não necessariamente substituí-lo por outro conteúdo, mas aceitar apenas o que lhe fora assegurado. -/- Poderia ser o mesmo com a certeza do conhecimento metódico? Pode ser apresentado a ele como uma oportunidade para duvidar, e seria sábio também duvidá-lo antecipadamente, submetendo-o a uma dúvida de princípio? Seria então uma dúvida muito diferente da anterior. Descartes exclamou que: “Se alguma vez duvidei um dia do que me aperfeiçoei seguramente, tal dúvida deveria permanecer fora da certeza: não a destruiria, nem mesmo a enfraqueceria, a colocaria em suspenso no vazio; ele não sugeriria para mim que eu talvez esteja menos certo do que pensava, mas sim que posso estar errado em ter tanta certeza. Eu vou manter minha certeza enquanto duvidoso, porque não haveria nenhuma esperança para eu encontrar melhor do que ela: minha única esperança seria descobrir que ela é verdadeiramente fundamentada, que eu confio com razão, e não porque eu não posso contrário.” -/- Mas por que uma oportunidade para duvidar dessa maneira? A própria razão, na medida em que é incontestavelmente autoritária, deve levantar essa dúvida por sua própria autoridade. É porque é autoritária que tem o direito de se perguntar sobre o que o autoriza, sobre o que o investe com tal autoridade. Afinal, a certeza de sua autoridade é uma certeza, que não pode ser classificada entre as certezas que ela nos ensina, uma vez que reconhecemos essa autoridade. -/- Por isso, é importante encontrar, para essa certeza, um fundamento para abrigá-lo, de uma vez por todas, desta suspeita sobre si mesmo. A busca por esse fundamento deve ser metódica, mas deve ao mesmo tempo abalar nossa confiança no método, a fim de encontrar o que o justifica. Essa busca paradoxal é o que Descartes denomina de "metafísica". Desdobra-se principalmente nas seis Meditações da Primeira Filosofia de 1641, geralmente chamadas de Meditações Metafísicas. Seu exame pode ser dividido em duas partes: -/- • o primeiro diz respeito à dúvida e ao seu trabalho; • o segundo diz respeito à fundação de certas ciências, ou seja, a existência de um Deus verdadeiro. -/- REFERENCIAL TEÓRICO -/- DESCARTES, R. Discurso do método. Trad. Maria Ermantina Galvão. 2ª ed. São Paulo: Martins Fontes, 1996. ______________. Discurso do método. Coleção Os pensadores, vol. XV. Trad. J. Guinsburg e Bento Prado Jr. 1ª ed. São Paulo: Abril Cultural, 1973. -/- Estimule a criatividade, respeite o direito autoral. -/- Emanuel Isaque Cordeiro da Silva © 2019. (shrink)

This is a contribution to a Book symposium on The Limits of Free Will: Selected Essays by Paul Russell. Russell provides replies to three critics of The Limits of Free Will. The first reply is to Robert Wallace and focuses on the question of whether there is a conflict between the core compatibilist and pessimist components of the "critical compatibilist" position that Russell has advanced. The second reply is to Angela Smith's discussion of the "narrow" interpretation of moral responsibility responsibility (...) (as defended by R. Jay Wallace) and how best to respond to it. The third and last reply is concerned with Christopher Bennett's criticism of Russell's views concerning "motivational scepticism" and the possibility of pure practical reasons. (shrink)

Few debates in environmental philosophy have been more heated than the one over the nature of wilderness. And yet, when one surveys the present scene, one finds that a variety of different conceptions of wilderness are still quite popular – some more so in certain professions than others. In this paper, I look at three popular conceptions of wilderness with an eye toward sussing out the good and the bad them. I look at what I call (1) the folk view (...) of wilderness, (2) Leopold’s conception of wilderness, and (3) the legal conception of wilderness (as found in the Wilderness Act of 1964). In the final part of the paper, I sketch out a sort of spectrum account of wilderness, one that I argue allows us to capture more cases of wilderness and might serve as a useful tool in future conservation efforts. (shrink)

The rhetoric of disgust is common in moral discourse and political propaganda. Some believe it's pernicious, for it convinces without evidence. But scientific research now suggests that disgust is typically an effect, not a cause, of moral judgment. At best the emotion on its own only sometimes slightly amplifies a moral belief one already has. Appeals to disgust are thus dialectically unhelpful in discourse that seeks to convince. When opponents of abortion use repulsive images to make their case, they convince (...) few, even if they rally their base. When champions of animal rights show graphic depictions of the torturous conditions of animals in factory farms, they convince only those previously ignorant of the severity of such conditions. Ultimately, disgust may be less pernicious than it is useless. (shrink)

(1st draft for review) -/- WARNING: -/- Reading this book comes with certain dangers to be mindful of; Please consider the following suggestions to avoid them: -/- 1: Do not try to perceive infinity; Any kind of success here leads to psychosis. 2: Do not try to resolve the paradoxes; To understand the greater truth of this book, paradoxes must be accepted as true. 3: Do not read this book if your faith is unstable and having it challenged could potentially (...) put you into existential crisis. (shrink)

Conceptual limitations restrict our epistemic options. One cannot believe, disbelieve, or doubt what one cannot grasp. I show how, even granting an epistemic ought-implies-can principle, such restrictions might lead to epistemic dilemmas: situations where each of one’s options violates some epistemic requirement. An alternative reaction would be to take epistemic norms to be sensitive to one’s options in ways that ensure dilemmas never arise. I propose, on behalf of the dilemmist, that we treat puzzlement as a kind of epistemic residue, (...) roughly analogous with guilt, appropriate only when one has violated an epistemic requirement. Sometimes, in bumping up against the limits of one’s concepts, it is appropriate to be puzzled no matter what one believes. Puzzlement can thus play the same role in an epistemic dilemmist’s theory that guilt plays in the theories of many moral dilemmists. (shrink)

The debate between instrumentalist and technological determinist positions on the nature of technology characterised the early history of the philosophy of technology. In recent years however technological determinism has ceased to be viewed as a credible philosophical position within the field. This paper uses Merleau-Ponty’s phenomenology to reconsider the technological determinist outlook in phenomenological terms as an experiential response to the encounter with the phenomenon of modern technology. Recasting the instrumentalist-determinist debate in a phenomenological manner enables one to reconcile the (...) apparent dualism of the instrumentalist and determinist positions through Merleau-Ponty’s ontology of the flesh. This ontology has recently been used to ground accounts of virtual embodiment. We argue that in addition to explaining away the classical form of technological determinism, it can also phenomenologically ground a novel understanding of technological determinism. Namely, a technological determinism of virtual embodiment. (shrink)

Many of us believe (1) Saving a life is more important than averting any number of headaches. But what about risky cases? Surely: (2) In a single choice, if the risk of death is low enough, and the number of headaches at stake high enough, one should avert the headaches rather than avert the risk of death. And yet, if we will face enough iterations of cases like that in (2), in the long run some of those small risks of (...) serious harms will surely eventuate. And yet: (3) Isn't it still permissible for us to run these repeated risks, despite that knowledge? After all, if it were not, then many of the risky activities that we standardly think permissible would in fact be impermissible. Nobody has yet offered a principle that can accommodate all of 1-3. In this paper, I show that we can accommodate all of these judgements, by taking into account both ex ante and ex post perspectives. In doing so, I clear aside an important obstacle to a viable deontological decision theory. (shrink)

The Limits of Free Will presents influential articles by Paul Russell concerning free will and moral responsibility. The problems arising in this field of philosophy, which are deeply rooted in the history of the subject, are also intimately related to a wide range of other fields, such as law and criminology, moral psychology, theology, and, more recently, neuroscience. These articles were written and published over a period of three decades, although most have appeared in the past decade. Among the topics (...) covered: the challenge of skepticism; moral sentiment and moral capacity; necessity and the metaphysics of causation; practical reason; free will and art; fatalism and the limits of agency; moral luck, and our metaphysical attitudes of optimism and pessimism. (shrink)

Do motivational limitations due to human nature constrain the demands of justice? Among those who say no, David Estlund offers perhaps the most compelling argument. Taking Estlund’s analysis of “ability” as a starting point, I show that motivational deficiencies can constrain the demands of justice under at least one common circumstance — that the motivationally-deficient agent makes a good faith effort to overcome her deficiency. In fact, my argument implies something stronger; namely, that the demands of justice are constrained by (...) what people are sufficiently likely to be motivated to do. Thus, contrary to the prevailing wisdom, it is the business of ideal theory — not just nonideal theory — to work with the motivational capacities people are likely enough to have. (See also Estlund's reply in the same issue of EJPT and my rejoinder on Philpapers.). (shrink)

When should you engage with difficult arguments against your cherished controversial beliefs? The primary conclusion of this book is that your obligations to engage with counterarguments are more limited than is often thought. In some standard situations, you shouldn't engage with difficult counterarguments and, if you do, you shouldn't engage with them open-mindedly. This conclusion runs counter to aspects of the Millian political tradition and political liberalism, as well as what people working in informal logic tend to say about argumentation. (...) -/- Not all misleading arguments wear their flaws on their sleeve. Each step of a misleading argument might seem compelling and you might not be able to figure out what's wrong with it. Still, even if you can't figure out what's wrong with an argument, you can know that it's misleading. One way to know that an argument is misleading is, counterintuitively, to lack expertise in the methods and evidence-types employed by the argument. When you know that a counterargument is misleading, you shouldn't engage with it open-mindedly and sometimes shouldn't engage with it at all. You shouldn't engage open-mindedly because you shouldn't be willing to reduce your confidence in response to arguments you know are misleading. And you sometimes shouldn't engage closed-mindedly, because to do so can be manipulative or ineffective. -/- In making this case, Jeremy Fantl discusses echo chambers and group polarization, the importance in academic writing of a sympathetic case for the opposition, the epistemology of disagreement, the account of open-mindedness, and invitations to problematic academic speakers. (shrink)

Tim Button explores the relationship between words and world; between semantics and scepticism. -/- A certain kind of philosopher – the external realist – worries that appearances might be radically deceptive. For example, she allows that we might all be brains in vats, stimulated by an infernal machine. But anyone who entertains the possibility of radical deception must also entertain a further worry: that all of our thoughts are totally contentless. That worry is just incoherent. -/- We cannot, then, be (...) external realists, who worry about the possibility of radical deception. Equally, however, we cannot be internal realists, who reject all possibility of deception. We must position ourselves somewhere between internal realism and external realism, but we cannot hope to say exactly where. We must be realists, for what that is worth, and realists within limits. -/- In establishing these claims, The Limits of Realism critically explores and develops several themes from Hilary Putnam’s work: the model-theoretic arguments; the connection between truth and justification; the brain-in-vat argument; semantic externalism; and conceptual relativity. The book establishes the continued significance of these topics for all philosophers interested in mind, logic, language, or the possibility of metaphysics. (shrink)

Consider two deeply appealing thoughts: first, that we experience external particulars, and second, that what it’s like to have an experience – the phenomenal character of an experience – is somehow independent of external particulars. The first thought is readily captured by phenomenal particularism, the view that external particulars are sometimes part of the phenomenal character of experience. The second thought is readily captured by phenomenal generalism, the view that external particulars are never part of phenomenal character. -/- Here I (...) show that a novel version of phenomenal generalism can capture both thoughts in a satisfying fashion. Along the way, I reveal severe problems facing phenomenal particularism and also shed light on the mental kinds under which experiences fall. (shrink)

This article highlights the limitations of the tendency to frame health- and wellbeing-related digital tools (mHealth technologies) as empowering devices, especially as they play an increasingly important role in the National Health Service (NHS) in the UK. It argues that mHealth technologies should instead be framed as digital companions. This shift from empowerment to companionship is advocated by showing the conceptual, ethical, and methodological issues challenging the narrative of empowerment, and by arguing that such challenges, as well as the risk (...) of medical paternalism, can be overcome by focusing on the potential for mHealth tools to mediate the relationship between recipients of clinical advice and givers of clinical advice, in ways that allow for contextual flexibility in the balance between patiency and agency. The article concludes by stressing that reframing the narrative cannot be the only means for avoiding harm caused to the NHS as a healthcare system by the introduction of mHealth tools. Future discussion will be needed on the overarching role of responsible design. (shrink)

ABSTRACTIn this paper I defend a form of epistocracy I call limited epistocracy – rule by institutions housing expertise in non-political areas that become politically relevant. This kind of limited epistocracy, I argue, isn't a far-off fiction. With increasing frequency, governments are outsourcing political power to expert institutions to solve urgent, multidimensional problems because they outperform ordinary democratic decision-making. I consider the objection that limited epistocracy, while more effective than its competitors, lacks a fundamental intrinsic value that its competitors have; (...) namely, political inclusion. After explaining this challenge, I suggest that limited epistocracies can be made compatible with robust political inclusion if specialized institutions are confined to issuing directives that give citizens multiple actionable options. I explain how this safeguards citizens’ inclusion through rational deliberation, choice, and contestation. (shrink)

The concept of hierarchical organization is commonplace in science. Subatomic particles compose atoms, which compose molecules; cells compose tissues, which compose organs, which compose organisms; etc. Hierarchical organization is particularly prominent in ecology, a field of research explicitly arranged around levels of ecological organization. The concept of levels of organization is also central to a variety of debates in philosophy of science. Yet many difficulties plague the concept of discrete hierarchical levels. In this paper, we show how these difficulties undermine (...) various implications ascribed to hierarchical organization, and we suggest the concept of scale as a promising alternative to levels. Investigating causal processes at different scales offers a way to retain a notion of quasi-levels that avoids the difficulties inherent in the classic concept of hierarchical levels of organization. Throughout, our focus is on ecology, but the results generalize to other invocations of hierarchy in science and philosophy of science. (shrink)

Scientists are frequently called upon to “democratize” science, by bringing the public into scientific research. One appealing point for public involvement concerns the nonepistemic values involved in science. Suppose, though, a scientist invites the public to participate in making such value-laden determinations but finds that the public holds values the scientist considers morally unacceptable. Does the argument for democratizing science commit the scientist to accepting the public’s objectionable values, or may she veto them? I argue that there are a limited (...) set of cases in which scientists can, consistently with a commitment to democratized science, set aside the public’s judgments. (shrink)

Human beings seek to transcend limits. This is part of our potential greatness, since it is how we can realize what is best in our humanity. However, the limit-transcending feature of human life is also part of our potential downfall, as it can lead to dehumanization and failure to attain important human goods and to prevent human evils. Exploring the place of limits within a well-lived human life this work develops and defends an original account of limiting virtues, which are (...) concerned with recognizing proper limits in human life. The limiting virtues that are the focus are humility, reverence, moderation, contentment, neighborliness, and loyalty, and they are explored in relation to four kinds of limits: existential limits, moral limits, political limits, and economic limits. These virtues have been underexplored in discussions about virtue ethics, and when they have been explored it has not been with regard to the general issue of the place of limits within a well-lived human life. The account of the limiting virtues provided here, however, is intended as a counter to other prominent approaches to ethics: namely, autonomy-centered approaches and consequentialist (or maximizing) approaches. This account is also used to address a number of important contemporary issues such as genetic engineering, distributive justice, cosmopolitanism vs. patriotism, and the ethical status of growth-based economics. (shrink)

I argue that our best science supports the rationalist idea that, independent of reasoning, emotions aren’t integral to moral judgment. There’s ample evidence that ordinary moral cognition often involves conscious and unconscious reasoning about an action’s outcomes and the agent’s role in bringing them about. Emotions can aid in moral reasoning by, for example, drawing one’s attention to such information. However, there is no compelling evidence for the decidedly sentimentalist claim that mere feelings are causally necessary or sufficient for making (...) a moral judgment or for treating norms as distinctively moral. I conclude that, even if moral cognition is largely driven by automatic intuitions, these shouldn’t be mistaken for emotions or their non-cognitive components. Non-cognitive elements in our psychology may be required for normal moral development and motivation but not necessarily for mature moral judgment. (shrink)

In this paper I argue that pluralism at the level of logical systems requires a certain monism at the meta-logical level, and so, in a sense, there cannot be pluralism all the way down. The adequate alternative logical systems bottom out in a shared basic meta-logic, and as such, logical pluralism is limited. I argue that the content of this basic meta-logic must include the analogue of logical rules Modus Ponens and Universal Instantiation. I show this through a detailed analysis (...) of the ‘adoption problem’, which manifests something special about MP and UI. It appears that MP and UI underwrite the very nature of a logical rule of inference, due to all rules of inference being conditional and universal in their structure. As such, all logical rules presuppose MP and UI, making MP and UI self-governing, basic, unadoptable, and required in the meta-logic for the adequacy of any logical system. (shrink)

El presente artículo tiene como propósito criticar y reformular la teoría de valores del autor y filósofo argentino Risieri Frondizi. Para ello, se someterán a falsacionismo las tesis según las cuales la cualidad estructural es, primero, estructuralista y no analítica y, segundo, empírica, de acuerdo con la metodología holista de la ciencia. La crítica, así, se desarrollará a partir de los siguientes interrogantes. Inicialmente, ¿el autor acude al holismo o al reduccionismo como enfoques metodológicos de desarrollo? Finalmente, ¿cuál es (...) la distinción lógica entre el valor como cualidad sui géneris y el valor como cualidad estructural? (shrink)

In the contemporary life sciences more and more researchers emphasize the “limits of reductionism” (e.g. Ahn et al. 2006a, 709; Mazzocchi 2008, 10) or they call for a move “beyond reductionism” (Gallagher/Appenzeller 1999, 79). However, it is far from clear what exactly they argue for and what the envisioned limits of reductionism are. In this paper I claim that the current discussions about reductionism in the life sciences, which focus on methodological and explanatory issues, leave the concepts of a reductive (...) method and a reductive explanation too unspecified. In order to fill this gap and to clarify what the limits of reductionism are I identify three reductive methods that are crucial in the current practice of the life sciences: decomposition, focusing on internal factors, and studying parts in isolation. Furthermore, I argue that reductive explanations in the life sciences exhibit three characteristics: first, they refer only to factors at a lower level than the phenomenon at issue, second, they focus on internal factors and thus ignore or simplify the environment of a system, and, third, they cite only the parts of a system in isolation. (shrink)

The main aim of our paper is to identify the potential limits of Socratic dialogue in moral education. These limits will be identified using a) the original ancient writings preserving several versions of Socrates’ dialogue, and b) modern writing on the Socrates’ dialogue in moral education. We will determine whether these limits are to be found in the writing of Plato or Xenophon, or rather in the problems and paradoxes of this type of education. We assume that a historical exploration (...) of the original Socratic philosophy will help us to more easily identify the limits and problems in moral education. However, our intention is not to reject the Socratic dialogue as such, but merely to point out some of the potentially controversial aspects of its use in moral education. (shrink)

When we abandon the neoliberal fiction that one is independent on the grounds that it is a-historic and antisocial, we realize that everyone is dependent and interdependent. In a media-driven society the self-identity of the individual is formed within the framework of the culture-ideology of consumerism from early childhood. As a result, both the environmental and social destruction have intensified. In the global era, or in the era of the global environmental crisis, self-identity as a precondition for environmentally sustainable care (...) of the self should be based on the culture-ideology of human rights and responsibilities, and on conscious self-limitation which realizes that one’s prosperity and security cannot come at the expense of others. Care of the self is about ensuring the habitability of the global environment as the primary interest of each individual. (shrink)

Artificial intelligence (AI) is expected to revolutionise the practice of medicine. Recent advancements in the field of deep learning have demonstrated success in variety of clinical tasks: detecting diabetic retinopathy from images, predicting hospital readmissions, aiding in the discovery of new drugs, etc. AI’s progress in medicine, however, has led to concerns regarding the potential effects of this technology on relationships of trust in clinical practice. In this paper, I will argue that there is merit to these concerns, since AI (...) systems can be relied on, and are capable of reliability, but cannot be trusted, and are not capable of trustworthiness. Insofar as patients are required to rely on AI systems for their medical decision-making, there is potential for this to produce a deficit of trust in relationships in clinical practice. (shrink)

I argue against abductivism about logic, which is the view that rational theory choice in logic happens by abduction. Abduction cannot serve as a neutral arbiter in many foundational disputes in logic because, in order to use abduction, one must first identify the relevant data. Which data one deems relevant depends on what I call one's conception of logic. One's conception of logic is, however, not independent of one's views regarding many of the foundational disputes that one may hope to (...) solve by abduction. (shrink)

We are fallible creatures, prone to making all sorts of mistakes. So, we should be open to evidence of error. But what constitutes such evidence? And what is it to rationally accommodate it? I approach these questions by considering an evolutionary debunking argument according to which (a) we have good, scientific, reason to think our moral beliefs are mistaken, and (b) rationally accommodating this requires revising our confidence in, or altogether abandoning the suspect beliefs. I present a dilemma for such (...) debunkers, which shows that either we have no reason to worry about our moral beliefs, or we do but we can self-correct. Either way, moral skepticism doesn’t follow. That the evolutionary debunking argument fails is important; also important, however, is what its failure reveals about rational belief revision. Specifically, it suggests that getting evidence of error is a non-trivial endeavor and that we cannot learn that we are likely to be mistaken about some matter from a neutral stance on that matter. (shrink)

Human vision briefly retains a trace of a stimulus after it disappears. This trace—iconic memory—is often believed to be a surrogate for the original stimulus, a representational structure that can be used as if the original stimulus were still present. To investigate its nature, a flicker-search paradigm was developed that relied upon a full scan (rather than partial report) of its contents. Results show that for visual search it can indeed act as a surrogate, with little cost for alternating between (...) visible and iconic representations. However, the duration over which it can be used depends on the type of task: some tasks can use iconic memory for at least 240 ms, others for only about 190 ms, while others for no more than about 120 ms. The existence of these different limits suggests that iconic memory may have multiple layers, each corresponding to a particular level of the visual hierarchy. In this view, the inability to use a layer of iconic memory may reflect an inability to maintain feedback connections to the corresponding representation. (shrink)

To many, judgment has seemed a locus of cognitive agency, a kind of cognitive mental act. In one minimal sense, judgment is something one does. I consider whether judgment is more robustly agential: is it a kind of action done with an aim? The most attractive version of this sort of position takes judging that p to affirming that p with an alethic aim, an aim such as affirming truly. I argue that such views have unacceptable consequences. Acts done with (...) aims, in general, can be based only indirectly on evidence that one would attain the aim in so acting. It follows that if alethic aims theories of judgment were correct, a judgment that p could be based only indirectly on evidence for p. This itself would be problematic. But the problems extend further. Given the connection between judgment and belief-formation, it would follow, further, that the beliefs we form through judgment could at best be only indirectly based on evidence for p. On these theories, the direct bases for a judgment that p would have to be either a belief that p or a belief that it’s likely that p. The former cannot support belief-formation and the latter supports at best epistemically inappropriate belief-formation. I conclude that there is a hard limit on how robustly agential judgment can be. (shrink)

In this chapter, I argue against empiricist positions which claim that empirical evidence can be sufficient to defeasibly justify aesthetic judgements, or judgements about the adequacy of aesthetic judgements, or sceptical judgements about someone's capacity to form adequate aesthetic judgements. First, empirical evidence provides neither inferential, nor non-inferential justification for aesthetic opinions. Second, while empirical evidence may tell us how we do respond aesthetically to artworks, it cannot tell us how we should respond to them. And, third, empirical insights into (...) the irrationality of many of our aesthetic judgements do not warrant the sceptical conclusion that we ought to refrain from forming aesthetic opinions. As a consequence of these limitations to aesthetic empiricism, we should endorse the rationalist position that aesthetic criticism is largely a matter of reasoning and, moreover, a collective undertaking. (shrink)

In contemporary philosophy there is much focus on conceptual engineering: the enterprise of revising and replacing concepts. In this talk, I focus on a theoretical issue that has not yet received much attention. What principled limits are there to this sort of enterprise? Are there concepts that for principled reasons cannot or should not be revised or replaced? Examples discussed include logical concepts and normative concepts.

Let “phenomenal dogmatism” be the thesis that some experiences provide some beliefs with immediate justification, and do so purely in virtue of their phenomenal character. A basic question-mark looms over phenomenal dogmatism: Why should the fact that a person is visited by some phenomenal feel suggest the likely truth of a belief? In this paper, I press this challenge, arguing that perceptually justified beliefs are justified not purely by perceptual experiences’ phenomenology, but also because we have justified second-order background beliefs (...) to the effect that the occurrence of certain perceptual experiences is indicative of the likely truth of certain corresponding beliefs. To bring this out, I contrast “perceptual dogmatism” with “moral dogmatism”: the thesis that some emotional experiences provide some moral beliefs with immediate justification, and do so purely in virtue of their phenomenal character. I argue that moral dogmatism is much less antecedently appealing, precisely because the counterpart second-order beliefs here are much less plausible. (shrink)

Under the traditional system of peer-reviewed publication, the degree of prestige conferred to authors by successful publication is tied to the degree of the intellectual rigor of its peer review process: ambitious scientists do well professionally by doing well epistemically. As a result, we should expect journal editors, in their dual role as epistemic evaluators and prestige-allocators, to have the power to motivate improved author behavior through the tightening of publication requirements. Contrary to this expectation, I will argue that the (...) publication bias literature in academic medicine demonstrates that editor interventions have had limited effectiveness in improving the health of the publication and trial registration record, suggesting that much stronger interventions are needed. (shrink)

This paper provides a thorough analysis of two often informally stated claims. First, successful argumentation in the sense of persuasive argumentation requires agreement between the interlocutors about the rationality of arguments. Second, a general agreement about rationality of arguments cannot itself be established via argumentation, since such an attempt leads to an infinite meta‐regress. Hence, agreement about the rationality of arguments is a precondition for successful argumentation. As the paper argues, these plausible claims hold under the assumption that interlocutors are (...) subjectively rational and follow their own standards of rationality when engaging in argumentation. (shrink)

This chapter presents a re-understanding of the contents of our analog magnitude representations (e.g., approximate duration, distance, number). The approximate number system (ANS) is considered, which supports numerical representations that are widely described as fuzzy, noisy, and limited in their representational power. The contention is made that these characterizations are largely based on misunderstandings—that what has been called “noise” and “fuzziness” is actually an important epistemic signal of confidence in one’s estimate of the value. Rather than the ANS having noisy (...) or fuzzy numerical content, it is suggested that the ANS has exquisitely precise numerical content that is subject to epistemic limitations. Similar considerations will arise for other analog representations. The chapter discusses how this new understanding of ANS representations recasts the learnability problem for number and the conceptual changes that children must accomplish in the number domain. (shrink)

Human-wildlife interactions frequently lead to conflicts – about the fair use of natural resources, for example. Various principled accounts have been proposed to resolve such interspecies conflicts. However, the existing frameworks are often inadequate to the complexities of real-life scenarios. In particular, they frequently fail because they do not adequately take account of the qualitative importance of individual interests, their relative importance, and the number of individuals affected. This article presents a limited aggregation account designed to overcome these shortcomings and (...) thus to facilitate decision-making in real-world human-wildlife conflicts. (shrink)

Jason Brennan and Peter Jaworski argue in recent work that “semiotic” or “symbolic” objections to markets are unsuccessful. I counter-argue that there are indeed some semiotic limits on markets and that anti-commodification theorists are not merely expressing disgust when they disapprove of markets in certain goods on those grounds. One central argument is that, contrary to what Brennan and Jaworski claim, semiotic arguments against markets do not depend fundamentally on meanings that prevail about markets. Rather, they depend on the meanings (...) that attach to various goods, meanings that give us moral bases on which to make judgments about their prospective commodification. (shrink)

The essays in this volume investigate the question of where, and in what sense, the bounds of intelligible thought, knowledge, and speech are to be drawn. Is there a way in which we are limited in what we think, know, and say? And if so, does this mean that we are constrained – that there is something beyond the ken of human intelligibility of which we fall short? Or is there another way to think about these limits of intelligibility – (...) namely, as conditions of our meaning and knowing anything, beyond which there is no specifiable thing we cannot do? -/- These issues feature prominently in the writings of Kant and Wittgenstein who each engaged with them in unique and striking ways. Their thoughts on the matter remain provocative and stimulating, and accordingly the contributions to this volume address the issues surrounding the limits of intelligibility both exegetically and systematically: they examine how they figure in Kant’s and Wittgenstein’s most significant works and put them in touch with contemporary debates that are shaped by their legacy. These debates concern, inter alia, logically and morally alien thought, the semantics and philosophy of negation, disjunctivism in philosophy of perception and ethics, paraconsistent approaches to contradiction, and the relation between art, literature, and philosophy. The book is divided into four parts: Part I gives a first assessment of the issues, Part II examines limits as they feature in Kant, Part III as they feature in Wittgenstein, and Part IV suggests some ways in which the questions at issue might be reconsidered, drawing upon ideas in phenomenology, dialetheism, metamathematics, and the works of other influential authors. -/- Limits of Intelligibility provides insight into a theme that is central to the thought of two of the most important figures in modern philosophy, as well as to recent metaphysics, philosophy of language, philosophy of logic, epistemology, and ethics. (shrink)

A number of writers have drawn on Hayek’s epistemic defence of market institutions to argue that free-markets and tort law are best placed to overcome the knowledge problems associated with the environmental sphere. This paper argues to the contrary, that this Austrian School approach itself suffers from significant knowledge problems. The first of these relates to the ability of Austrian economics to assign victim compensation and the second to the difficulty of establishing causation in complex environmental problems. The paper will (...) also show how alternative approaches may not suffer from these epistemic challenges and are better placed to overcome them. (shrink)

It is often held that people have a moral right to believe and say whatever they want. For instance, one might claim that they have a right to believe racist things as long as they keep those thoughts to themselves. Or, one might claim that they have a right to pursue any philosophical question they want as long as they do so with a civil tone. In this paper I object to those claims and argue that no one has such (...) unlimited moral rights. In Part 1 I explore the value of the freedoms of thought and expression. In Part 2 I argue against the unlimited moral right to free expression, focusing in particular on the special obligations and moral constraints that obtain for academics. In Part 3 I argue against the unlimited moral right to free thought. (shrink)

I argue that medieval solutions to the limit decision problem imply four-dimensionalism, i.e. the view according to which substances that persist through time are extended through time as well as through space, and have different temporal parts at different times.

The more the number of people who live on Earth grows, the more significant are the cuts individuals must accept in realization of their own freedom, so as not to limit the freedom of others. With the growing population on the finite planet the real space for freedom of each individual decreases. Moreover, the growth of complexity of the global industrial civilization increases the degree of interdependence on one hand, on the other the degree of mutual trust decreases as a (...) result of the imperative of growth and profit, and without it no human society can function in the long term. Access to sources necessary for the realization of fundamental freedoms is unequal, and, in fact, it thus limits its accessibility for the majority of human population. Philosophical reflection then should cope with question, whether the range of guaranteed freedoms can be broadened or at least sustained when the space for its realization with the growing human population struggling for increasingly limited resources narrows. (shrink)

Deliberative politics should start from an adequate and differentiated image of our dialogical practices and their normative structures; the ideals that we eventually propose for deliberative politics should be tested against this background. In this article I will argue that equal respect, understood as respect a priori conferred on persons, is not and should not be counted as a constitutive normative ground of public discourse. Furthermore, requiring such respect, even if it might facilitate dialogue, could have negative effects and lead (...) to fallacious paths of thought –as seems to happen on matters of deep disagreement such as the Colorado Fundamentalist/Gay HIV issue I discuss in paragraph 6. I will put forward this argument from the standpoint of argumentation or discourse theory, drawing consequences for dialogical theories of politics. Basing my argument on a pluralistic notion of public discourse – understood as a mixed discourse of persuasion, information-seeking and negotiation – I will argue that respect is a dynamic, situational phenomenon, and that the norm of equal respect for persons is contextually contingent in political deliberation: equal respect should be considered as a potential outcome, a discursive achievement – which I understand as a second order consensus achieved dynamically on a provisional basis – rather than as an universal condition for dialogue. (shrink)

Neo‐Aristotelian Plenitude is the thesis that, necessarily, any property that could be had essentially by something or other is had essentially by something or other if and only if and because it is instantiated; any essentializable property is essentialized iff and because it is instantiated. In this paper, I develop a partial nonmodal characterization of ‘essentializable' and show it cannot be transformed into a full characterization. There are several seemingly insurmountable obstacles that any full characterization of essentializability must overcome. Moreover, (...) these obstacles threaten other views in the conceptual neighborhood such as Counterpart Theoretic Plenitude and Conceptualist Plenitude. (shrink)